Pétalos y otras historias incómodas
Publicación: 2008
Editorial: Anagrama
Páginas: 141
“Los bonsáis son solo eso, bonsáis, árboles que traicionan su verdadera naturaleza.”
Los 6 cuentos de Pétalos y otras historias incómodas, pesa decirlo, me quedaron un poco cortos. Quizá en 2008 sí resultaban incómodos y transgresores, aunque mi lectura no provocó los aspavientos y retuerces que yo esperaba.
Eso sí, no puedo evitar reconocer la serena elocuencia de Nettel; la forma en que sus oraciones más sencillas ocultan reflexiones profundas.
La lectura de este libro es como sentarse a contemplar un gran pozo de aguas tranquilas, apenas perturbadas por la caída de algunas gotas, sabiendo que bajo la superficie, en lo profundo, yacen secretos. Detalles sobre las facetas más ocultas de ser humano.
Breve panorama de los cuentos
En ‘Ptosis’, el hijo de un cirujano de párpados se encandila de una paciente y atraviesa un par de líneas profesionales, en ‘Transpersiana’ un vecino espía las perversiones de otro a través de una ventana, en ‘Bonsái’, un matrimonio japonés aparentemente feliz visita un jardín, conoce a un jardinero, y a través de sus reflexiones (y comparaciones sobre el cuidado de las plantas y las semejanzas de las personas con ellas) hallan puntos de desequilibrio y desacuerdo entre ambos.
Ahora bien, en ‘El otro lado del muelle’, el relato más atmosférico de todo el libro y el que más me gustó, una chica adolescente se va con sus tíos a su casa costeña en Santa Helena, donde busca hallar la soledad, la paz consigo misma, pero acaba encontrando otra chica francesa llamada Michelle, cuya madre está muy enferma.
“No se veía una sola luz alrededor de la casa. Quise encender la radio, pero la lluvia había cortado la electricidad. Era el momento perfecto para conseguir lo que había buscado durante todas las vacaciones: los truenos, la casa en penumbra, las gotas cada vez más espesas y constantes, además yo no estaba pensando en nada más que en mi entorno, pero, justo en el umbral, el paraíso me dio miedo.”
Los cuentos más populares
Muchos celebran ‘Pétalos’, cuento donde un joven de veintitantos años que le da por frecuentar los baños de mujeres y espiarlas en su intimidad acaba obsesionándose al grado de “enamorarse” de una, a quien llama La Flor. Todo el cuento consiste en interpretar manchas, sonidos, cascadas y movimientos gástricos de las mujeres a quien observa, cuyos comportamientos y emociones cree descifrar tras interpretar sus visitas al baño.
Igualmente, está el cuento final, ‘Bezoar’, diario de una joven pelirroja modelo que sufre del tic de arrancarse el pelo, al grado de dejarse huecos calvos en la cabellera y de distanciarse de su familia y el resto del mundo… a excepción de Víctor, un modelo moldavo con el cual entabla una relación y, que justo como ella, tiene un tic: estarse cascando los dedos. Están juntos, consumiendo sustancias y alucinógenos, en el esfuerzo de no volverse locos el uno al otro. Esfuerzo infructuoso, pues la protagonista narra esto ya estando internada.
En resumen, hay párpados caídos e intromisiones médicas que llegan al acoso, masturbaciones y eyaculaciones, romances lésbicos de juventud y la nostalgia que dejan en su estela, matrimonios que al desconocerse se vuelven ajenos y fallidos, bolas de pelo, bonsáis, cactus, enredaderas, espionaje y transgresión de privacidad en sanitarios por parte de un hombre alterado. Nada de esto me pareció muy incómodo o muy impactante.
No obstante, resalto la capacidad de la autora por crear atmósferas:
“La invité a tomar un helado en la isla Saint-Louis. Una orquesta de jazz tocaba cerca y, aunque desde donde estábamos no era posible ver a los músicos, las notas se oían en el muelle como si emergieran del río. La luz del sol le teñía los párpados de naranja.”
Reflexiones finales
Asimismo, resalto su capacidad de ambientar cuentos en diferentes sitios y de forma verosímil, ya sea Francia, Japón o México, y de crear frases de aparente sencillez que guardan profundas reflexiones, tal como:
“Como pasa a menudo con los viejos, su expresión tenía algo infantil, de quien permite todavía que el mundo lo sorprenda.”
Nettle propone que la influencia de los años es moho, un salitre capaz de herrumbrarlo todo, que es en lo entredicho y en los remanentes de grandes anécdotas nostálgicas que se sublima tanto lo más hermoso como lo más grotesco de la humanidad. Su prosa es sutil, delicada, rayana a lo flemático, aunque es plácida en ocasiones.
Esperaré a leer sus siguientes volúmenes de cuentos, consciente de que El matrimonio de los peces rojos me gustó mucho más que este libro.
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