Publicación: 2021
Editorial: Dharma Books
Páginas: 128
"Miraba la carretera a través de los lentes rosas que traía puestos y suavizaban los rayos de sol. Imaginé un atardecer naranja que disolvía todo. Intenté imaginar el dolor, pero no pude. Pensé en el humo de la bomba, en el humo en los pulmones de mi abuela, en las formas que tiene la vida de desaparecer."
Pequeñas manifestaciones de luz
La destreza para visualizar la vasta soledad de una vida... y, en respuesta, capturar los pequeños momentos que la alumbran: así podría resumir Pequeñas manifestaciones de luz, una colección de 8 cuentos de corte costumbrista de la tlaxcalteca Olivia Teroba.
Una madre ecologista y activista que encuentra un destino terrible, un par de niñas que a escondidas se escapan al río y descubren la muerte, una mujer con agorafobia, y una chica que se va hasta Ushuaia, en Argentina, a buscar a su padre desaparecido hace largo tiempo: todas estas historias confluyen aquí.
Los finales...
Si bien se dice que en todos los buenos cuentos lo más potente es lo que no se cuenta, los finales entredichos de este volumen van desarrollando sordina hasta arribar a una falta de resonancia. Quedarse parada en el filo del barranco, antes del salto: pobre metáfora para mi experiencia de leer los finales de los cuentos.
No obstante, quizá ese sea el propósito de la autora. En estos cuentos no hay una panacea o un final definitivo, sino la batalla diaria por ser nosotros mismos, por superar las adversidades y hallar comunidad.
Esto se debe a que en los cuentos, las protagonistas tienen alguna red de apoyo, el don de hacer amigos, la capacidad de no temerle al compañerismo.
Su lenguaje, su violencia
Cabe mencionar que la sencillez del lenguaje de Teroba agiliza el ritmo de lectura, sin cejar en la creación de atmósferas, evidenciado en el relato de El fin del mundo y el inicio:
"Por más que apresura el paso, la oscuridad le va pisando los talones, hasta que la cubre por completo. Debió salir antes: la verdad, todo el día estuvo evadiendo este recorrido."
Incurre en la violencia que vivimos a diario sin llegar a exagerar, abordándola desde la sensibilidad y la sororidad, no desde el morbo. Así, llega a hermanarse con los relatos urbanos de Arelis Uribe en Quiltras, o los íntimos ensayos de Jazmina Barrera y Daniela Rea: Linea Nigra y Fruto.
Pequeñas manifestaciones de luz puede integrarse a esta que llamo la tríada del sosiego, creando así un cuarteto literario que funge como un oasis a los lectores atascados. Lo siento así por el estado emocional en el que estos libros me sumergen: algo cercano a la paz, a platicar entre amigas, a sentirse parte de una comunidad que no bardea la literatura.
"Tiene la teoría, inverosímil, de que el mundo se tornó en escala de grises la noche que abrió los ojos dormido. Me dice que estaba soñando muy profundo y que sonó afuera un ruido de cohete: “Era día santo, un día dedicado a un patrón; acaso el santo en venganza, por no adorarlo, por dormir cuando todos lo alababan, me dejó con la vista a medias. Cuando me desperté el color del mundo se había ido”. Su teoría es estúpida, ridícula, ilógica. Los santos nunca hacen maldades."
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