Páginas: 96
Editorial: Paraíso Perdido Publicación: 2020
“Llegué hasta la mitad del cerro. Mañana quiero levantarme temprano y llegar a la cima […]. Vi a los pájaros volando, desde arriba. Yo estaba más arriba que todo. También vi de cerca las nubes. Lloré. No pensé ni una vez en nada. Ninguna de las dos voces pudo subir tan alto.”
La docenas de voces que somos todas, que es una.
El silencio que se instala y precede la ruptura de una relación, una hermana que busca adaptarse a una nueva vida familiar, una “huésped” misteriosa reminiscente al clásico cuento de Dávila —pero cuya historia encierra una realidad más cruel—, amigas que van a un concierto, una madre entre el gaslighting y la libertad, otra mujer con un problema de alcoholismo ligado a la relación con su padre, tensiones sexuales y ambientes opresivos; desafíos que mujeres enfrentan día a día.
Es fácil catalogar Respirar Bajo el Agua —antología de cuentos escrita por Olivia Teroba— con la etiqueta de “intimista” o “femenina”.
Pero eso opacaría la cualidad que más subrayé e, irónicamente, me tardé en percibir: la empatía.
“Las pulsiones humanas más vitales fluyen a través de una primera persona que desde el habla coloquial, da voz a distintas mujeres que parecen ser la misma, porque quizá todas los somos”. Esto dice Arelis Uribe del libro y da justito en el clavo: a pesar de que las protagonistas son de diferente edad, procedencia, clase social, todo, es inevitable suavizarnos a sus desafíos. Inevitable vernos representadas en las relaciones tóxicas que ellas atraviesan.
En estos diez cuentos —y en menos de 100 páginas— la autora ensalza lo sensorial de lo cotidiano; aquello que ignoramos por puro hábito.
Prepárense para la obvia metáfora acuática pero es cierto.
Los cuentos de Teroba fluyen como el agua y, al mismo tiempo, nos recuerdan el ansia de saberse estancadas porque nuestro corazón no ha aprendido a soltar lo indebido.
Mientras, detrás, se aproxima el quebranto y la sensación de que es inevitable que algo se fracture. Esta adivinanza, extraída del texto, cobra vida en el contexto de cada lectora; y es allí, como dicen, que la magia sucede.
Leí una bella opinión en Goodreads y quiero darle el crédito de generarme una imagen que se adapta perfecto a Respirar Bajo el Agua: la colección de estatuas. La profundidad luminosa de los cuentos de Teroba se asemeja a pasear por una galería de museo, transitar cerca de una colección de figuras de mármol. Fascinadas por sus colores, formas y texturas, por los gestos congelados de las estatuas, comenzamos a imaginarnos a la mano detrás de la obra. En las ansias de comprender a la artista le ponemos una pizca de nosotras mismas, y la insinuación de la belleza termina sensibilizándote a ella.
Más que frases, sensaciones.
Algo extraño, eso sí: recuerdo más las sensaciones generadas por esta antología que las escenas o los argumentos.
No subrayé muchas frases, pues no sentí una potencia verbal o jugueteo con el lenguaje tan evidente.
Aun así, la melancolía por las letras de Teroba permea la memoria. Respirar Bajo el Agua entra entonces en otra dimensión casi onírica, donde me habría sido más fácil escribir un poema para hablarles del libro que esta reseña. Pero al final pude agarrar al toro por los cuernos (o al kelpie por las crines, más bien), y heme aquí.
Esta antología de cuentos no agiganta los conflictos emocionales o los saca de contexto para que nos sea más fácil percibirlos.
Opta por la ruta más cotidiana de la perspectiva de la persona que los sufre en tiempo real; quien, como casi todas, está viendo el terremoto pero no se hinca.
Desarrolla las branquias.
Estos cuentos te hacen dar cuenta de lo que es estar oprimida o en una relación tóxica, pero también —mientras das vueltas en la vorágine del remolino— te recuerda que todas podemos respirar bajo el agua.
Es un Kaiju Categoría 3, mis Jaegers.
¡Esta es una reseña que NO está en Youtube, en mi canal de Leer en Neón!
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Novelas gráficas, manga, poesía, narrativa, dramaturgia… en fin, hay de todo un poco. También actualizaré los libros que compro en Insta y en Twitter.
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