Páginas: 191
Editorial: Paraíso Perdido
Publicación: 2021
Un entretejido magistral de personajes, psicologías y pérdidas, conectados todos por el psiquiátrico La Castañeda y el Palacio Negro de Lecumberri.
A la autora queretana le conocía solamente otro libro, El Vals de los Monstruos (FETA, 2018). No obstante, me decidí a leerla porque había sido publicada por una de mis editoriales consentidas, y porque también acababa de leer sus cuentos “Territorio de Brujas” y “Raíces y Filamentos” en Tierra Adentro.
La estructura de Tristes Sombras
La sinergia de investigación histórica con un estudio afilado de carácter (todo bien situado según los prejuicios, estigmas y estándares de la época) hacen de Tristes Sombras un libro no solamente de cuentos auto conclusivos, sino también una obra que es crónica, memoria y archivo, todo al mismo tiempo.
Esta es una antología de doce cuentos separada en dos partes. La primera parte consta de seis cuentos ambientados en el psiquiátrico La Castañeda —previamente explorado por Cristina Rivera Garza en Nadie me verá llorar— y los personajes que gravitan alrededor de ella.
La segunda parte, en cambio, sucede en el Palacio Negro de Lecumberri, y funciona de manera similar. En cada nuevo cuento se presiente el transcurrir del tiempo y vemos desde la edificación de los centros hasta su posterior demolición, aunque lo que importa son los personajes. Sus pesares, sus estelas y la razón de por qué están allí.
Personajes que son planetas, palacios que son constelaciones
Leí en Goodreads que los cuentos parecen novelas cortas, porque se suele dar un trasfondo bastante extenso del protagonista y un final que cierra con broche de oro su aventura emocional. La problemática principal que hayan tenido (me viene a la mente la ninfomanía de Consuelo, en “Furor Impius”) llega a una conclusión; a veces majestuosa, a veces abierta en su promesa de que se avecinan nuevas tinieblas.
Si La Castañeda y Lecumberri son constelaciones, cada astro es un nuevo personaje que existe en ese ecosistema estelar, y Ancira solamente ha puesto la lupa sobre aquel que intenta no brillar.
Es por eso que la conexión entre los cuentos vuelve a Tristes Sombras un universo bastante complicado y emotivo, porque comparten muchos personajes y se les analiza desde varias perspectivas, y a veces muchos años después desde la última vez que los vimos.
Recuerdo sobremanera al Cacarizo, a Consuelo, Elías y la Jarocha —protagonista de uno de mis cuentos favoritos, “De qué eres memoria”— y a la negligencia, ignorancia y el dolor que les sirven de constantes. Y lo mejor: Ancira no se da ínfulas de ser “la voz” de estos personajes, sino que simplemente les entrega el megáfono.
Y me perdonarán el oxímoron, pero esto hace brillar a todos aquellos que viven empujados en los lindes de la sociedad: aquellos en el filo de las sombras.
“La Jarocha le pareció de nuevo un asidero firme, resistente, una efigie labrada para el gozo ajeno y el sacrificio propio, una serena alquimista.”
La desgracia de la época, sin la lupa del presente
La mencionada investigación histórica es el baluarte de los cuentos, los cuales tienen estos dos centros psiquiátricos (La Castañeda y Lecumberri) como escenario principal. Ancira entonces se enfoca en algún personaje y desmenuza su psicología a través de tramas de negligencia y hacinamiento, abusos de poder y violencia, estigmas y vergüenza, insalubridad y venganza.
Pero nunca existe algún filtro de nuestra actualidad. Es fácil poner la lupa de lo contemporáneo y hacerle evidente al lector mediante señalamientos que esto está mal, que lo que aquí mostrado estaba y sigue estando mal, que esta mujer no merecía estar ahí, que ese niño era inocente, que esta creencia es incorrecta. Pero hay nada de esto.
Los cuentos están perfectamente ubicados en su época y obedecen las reglas socioculturales de entonces. No hay más. Y eso lo vuelve perturbadamente más real y, por ende, espeluznante.
En este desfile de presidiarios, abandonados y “locos”, no hay samaritano o iluminado que venga a sacarlos del error o liberarlos del estigma. Están solos, y solamente nosotros como lectores lo sabemos. Y no podemos remediarlo.
Las frases resonantes de Tristes Sombras
Me encantaron las referencias que puedes encontrar en distintos cuentos de personajes que ya había conocido. Estos cameos no solamente ofrecían distintos puntos de vista para cimentar la verosimilitud del mundo que creaba Ancira, sino que aclaraban dudas que habían quedado pendientes.
Leer Tristes Sombras fue un trayecto fluctuante y sin obstáculos, donde es evidente el cuidado histórico en los ambientes y descripciones paisajistas, y el oficio en la fluidez de una prosa transparente.
Ciertas punzadas de ingenio crean gran resonancia:
“¿Sabes? Le doy la razón a Diane en cuanto a que ésa es nuestra verdadera naturaleza: devorar con la mirada y luego a dentelladas, como bestias humanas.”
Más que nada, es evidente una verdadera visión creativa, y la concreción de un proyecto narrativo bien diseñado que no se va sin dejarme sorpresas. El artefacto de marfil sangriento que maldice a sus propietarios, la prisión-barco, el pubis en llamas, el sonriente amortajado por el edificio demolido, el abuelo tirado a pies del nieto, las fotografías perturbadoras de Elías, la magnificencia de la Jarocha.
Uno de mis libros favoritos del año, aunque, como siempre, sigo sin poder hallarme a la hora de enfrentarme a los finales abiertos.
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