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Foto del escritorAlicia Maya Mares

La curiosidad y la contemplación como filosísimas armas



Portada de El esquinista, de Laia Jufresa
El esquinista, de Laia Jufresa

Páginas: 98

Editorial: FETA

Publicación: 2014


El esquinista, de Laia Jufresa

Él sólo era uno de tantos niños y ni más, ni menos, aunque sabía que los otros no lo veían así, por ser el único que vivía con los abuelos. Marcelo no quería distinguirse. Pero la curiosidad es filosísima arma, de busca y llaga. La curiosidad dispara. Y así aprenden los niños a leer entre líneas, a significar ciertos silencios, a generar hipótesis. Así se llenan los ojos los niños, con todo lo que jamás sucede en su presencia."

La curiosidad es verdaderamente una filosísima arma, y se necesita verdadero talento para volverla la base de una mirada única, fresca, ingeniosa. Así podría resumir la prosa de Laia Jufresa en estos 12 cuentos, aunque claro que hay más tela de donde cortar.


En los cuentos de Jufresa son comunes las transfiguraciones internas que son detonadas por lo rutinario, por un evento nimio, pero que se parecen casi al autosabotaje. ¿Todo cambio es malo entonces? Quizá solo debido al lente de la retrospectiva. O más bien, ¿la nostalgia es una moneda de cambio que canjeamos con nosotros mismos?


Esta sensación pare cuentos enteros e ilumina pasajes maravillosos como estos:

"Jaime guió al caballo hacia afuera y éste se puso a pastar. Lo miramos inmóviles, aplastados por el silencio ruidoso de la madrugada. Jaime le clavó un talonazo al caballo y como por efecto de ese mismo golpe yo giré 180 grados.
Los escuché alejarse durante mucho más tiempo del que deben haber sonado los cascos. Frente a mí, con el alba, el establo se convirtió en un granero."

Breve panorama de los cuentos

En 'La pierna era nuestro altar', una muchacha se apunta a nadar en una alberca en las mañanas. Allí, se devela la magia del mundo a deshoras; nos asomamos a la verdadera naturaleza humana fuera de los horarios establecidos por el capitalismo. En 'Hicieron de mí' un muchacho recibe un caballo como regalo inesperado; en 'Eusebio Moneda' el viejo que ha vuelto del blindaje un arte despierta en el día especial que se vuelve socio de su negocio; en 'El récord' una secretaria lidia con jóvenes escritores y la búsqueda de dignidad y trascendencia; en 'Mamá contra la tierra' una familia intenta prosperar en una naturaleza que no les da cuartel y parexe exigir sacrificios a cambio.


Mientras que 'El esquinista', cuento titular, explora la ficción especulativa y traza un mundo donde la humanidad ha dejado la tierra, habita en rascacielos de cientos de pisos, y descubre nuevo arte en la arquitectura al mirar hacia abajo, en vez de hacia arriba.


El ingenio de santuario

"Hasta bien entrado el medio día, viejos, tullidos y desempleados rendíamos culto a la natación y a la torpeza, mientras aquella extremidad esbelta, sobre retablo de azulejo veneciano y casi pese a sí, resplandecía un aura especial, inerte. La pierna era nuestro altar."

Jufresa apuesta por reinventar la contemplación, por no apostar por su utilidad. La vuelve un arte. Jufresa confía en la pausa, en la bella precisión de los haikus, y allí pretende crear remansos. Ella desea mirar y apresar lo periférico, resaltar su belleza o desesperación en apenas un roce.


Leerla es como tocar la superficie del agua con el dedo y observar las ondas concéntricas que este movimiento pare. Jufresa lee su entorno con una sensibilidad muy particular, envolvente, fresca, con un ingenio arrollador.


La verdad, tiene gran habilidad para salirse de lo tópico. A todo le da la vuelta, a todo lo mira con un asombro y extrañeza que desatan el mismo sentimiento maravilloso en el lector.

Y claro, no puedo dejar de resaltar la astucia, la precisión léxica, la cuasi conjuración mágica del lenguaje, ni el humor de algunos cuentos.




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