Páginas: 116
Publicación: 2016
Imposible salir de la tierra
Este es un libro construido desde el silencio. Así puedo resumirlo.
Alejandra Costamagna ha perfeccionado el arte de sembrar y germinar historias subterráneas, de pinchar la curiosidad y atención del lector al poner la lupa sobre todo lo que no se dice.
“Y luego el entierro: domingo en la mañana. No querían dilatar las cosas, preferían cerrar todo el fin de semana. La novia de la prima hermana llegó de negro. Y le trajo ropa perfectamente negra a la prima, excepto por un detalle. La polera tenía un estampado en letras rojas que decía Are you ready?
Pero nadie estaba listo, nadie nunca lo estaría. Tampoco, la sobrina, que había atravesado la cordillera sabiendo que iba a lo que iba. Y, en el entierro de su padre, la muchacha usó la polera al revés: el logo para adentro, la pregunta hacia el pecho.”
Todas las preguntas que Costamagna presenta en estos cuentos van hacia el pecho, se enrutan hacia el corazón.
Breve panorama de los cuentos
En ‘La epidemia de Traiguén’, una joven secretaria se entrega a sus obsesiones y enamoramientos hasta las últimas consecuencias y persigue a su jefe hasta Japón. En ‘Imposible salir de la tierra’, un par de hermanas se enfrentan al luto y al diagnóstico terminal de una de ellas, sin poder escapar de sus pensamientos ni de sus vidas. En ‘Are you ready?’ una hija debe ir en representación de su madre al funeral de su tío; debe cruzar la cordillera y enfrentarse a la automatización de los funerales.
En ‘El olor de los claveles’, un hombre con mala suerte parece enamorarse de una chica anodina que guarda secretos y tiene peligrosas amistades. En ‘Nadie nunca se acostumbra’, una hombre y su hija, familia fragmentada, van a visitar a familiares y a una bebita recién nacida, sin saber la relación y el secreto que las une a ambas. Finalmente, en ‘Naturalezas muertas’, una especie de novelette, Martín Canossa conoce a Alia Viotti y rápidamente se enamora de ella, siguiéndola hacia el interior del país en una cruzada hotelera que poco a poco comienza a desmoronarse ante los secretos y magnánimas indiferencias de ella.
El estilo de los cuentos
Vale resaltar que, si bien los cuentos de Costamagna son muy introspectivos, dependen mucho del narrador omnisciente y avanzan gracias a un articulado flujo de conciencia -tan refinado que parece producto de fina relojería-, su prosa también es muy sensorial.
Los cuentos de Costamagna son muy visuales; remiten mucho a las películas y crean imágenes de gran potencia:
“Si supiera él cuánto quiere retirarse ella; si solo comprendiera que ya no está del todo ahí, que oye más allá de las palabras, que ve lo que quizás sea un satélite o una estrella primeriza como pintada en el cielo y se imagina la ciudad en la superficie, la ciudad que no volverá a pisar, las guirnaldas anunciando una Pascua feliz para todos allá abajo, y arriba el cielo como una ciudad patas para arriba con esos brillos que acaso sean pura ilusión. Y Julieta tiene el recuerdo, que se le borra enseguida, de los hombrecitos fluorescentes, galácticos, en la pantalla del televisor.”
Alternativamente, Costamagna describe al sol como un “disco macabro de rojo” que “se va a reventar arriba de sus cabezas”. Hay, también, mucha poesía en los cuentos de Costamagna; imágenes brutales que, al estar separadas de los otros pasajes por asteriscos y espacios blancos, impactan con mayor resonancia.
Lo experimental y la prosa
Eso sí, varios de los cuentos, precisamente los más breves, me parecieron demasiado experimentales; ejercicios de escritura que quizá no terminaban de pertenecer al “universo” de este libro.
El cuento de la mujer que se quita la cabeza y se saca al hijo del cuerpo es tan especulativo, rayano a lo grotesco, que parece pertenecer a otro libro. Entiendo que el libro es una recopilación de cuentos de la autora, pero de por sí es difícil crear una colección de cuentos cohesiva y consistente creando el proyecto desde cero.
La prosa está en sus mejores momentos cuando destila honestidad, cuando no mira a sus personajes con un filtro de condescendencia y patetismo. Cuando los personajes son ellos mismos, sin apologías, cuando son miserables, tontos, mortales, pecadores o inseguros, es cuando la prosa reluce:
“Hasta que una tarde la niña llega pasada a vino. La profesora la espía desde el balcón como una perra, salivando. Se tambalea la cachorrita. La ve salir del almacén con una bolsa plástica en la mano. Sube la escalera, puede escuchar sus pasos desde este lado de la puerta. Trae olor a vino hasta en la cabeza. Pelo vinagre, sombrerito manchado.
Tengo sueño, dice la niña con voz seráfica. Y emite un oh que es el ensayo de un bostezo. Y la mujer ahí, de pie, mirando la escena a punto de ladrar. Mareada. Pensando: Tu sueño, mi vértigo, todo tu sueño duerme en mi vértigo.”
Hay algo de hipnótico en los cuentos de Costamagna; una profunda comprensión del claroscuro de la mente y el corazón humanos. Hay atrevimiento, inevitables tropiezos, un costumbrismo casi desesperante. Y es que, por más que lo intenten, los personajes que habitan estos cuentos no pueden salir de la tierra.
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