Páginas: 400
Republicación: 2023
Editorial: Paraíso Perdido
Si bien es una novela de vampiros moderna, La sed está hermanada más con Carmilla que con Lestat.
Adriana Díaz Enciso pone la lupa sobre solo tres personajes: Samuel, Izhar y Sandra.
Es una tríada vastamente diferente, mas la novela explora los infiernos personales de cada uno, puesto que coinciden en un mismo barco ⛵️: el Yun-Ilara.
La sed, de Adriana Díaz Enciso
Todo comienza con Samuel, vampiro del viejo mundo, suicida británico que no conoció el amor hasta después de morir. Al conocer a Izhar, un joven egipcio cuya voluntad no puede doblegar, se enamora de él. Ambos vagabundean París: el primero como desdeñoso depredador, el último apenas comprendiendo la naturaleza de su nuevo amante. Sin embargo, él no lo ama, pero no logra darse ánimos de dejarlo.
Samuel tiene una visión entonces: una joven morena, marcada por el dolor, que vive en el puerto de Veracruz. A ella la acecha el desgane por su vida, la pérdida de su padre en el mar. Pronto, ambos hombres cruzarán el océano para buscarla, y Samuel la convertirá. Abordarán el navío Yun-Ilara y partirán, en una cruzada donde nunca habrán de saciar su sed.
La atmósfera
La sed es de oraciones largas, atmósferas oníricas, pasajes bucólicos. Incide en el flow of consciousness y la filosofía sobre la vida, la muerte, la paradoja eterna que es la belleza vampírica. Es una novela perfecta para todo amante de las novelas de Anne Rice.
Ahora bien, es compleja en su simbolismo, pero naufraga en cuanto a su argumento. Cierto, el punto es llegar a Egipto, donde Izhar desea abandonarles para siempre, y a donde Samuel no desea llegar porque ansía convencerlo de amarlo, de que se quede con él. Pasarán por Nueva York, por Gran Bretaña. Asesinarán a montones. Hay un destino claro: no obstante, me sentí a la zozobra.
En algún punto, Sandra viene sobrando, pues ya a los dos les da igual. Es como el anti triángulo amoroso.
Me hubiera gustado un ultimátum de su parte, una muestra ineludible de su voluntad. También me gustaría que se hubieran quedado en Veracruz; que se hubiera vuelto el escenario principal, su territorio de caza. Volverlo ciudad hermana de Nueva Orleans. Porque no hay lugar donde pienses más en la sed que en la costa, no hay lugar con más encanto antiguo y musicalidad cristalina que el puerto. Todos salen en la noche, rehuyen el día como vampiros. ¡Qué vida nocturna!
En fin.
El simbolismo
Destaco su indagación en temas universales: el amor, el erotismo, la muerte, la sustancia de la memoria, la humanidad.
Y es justo en esa demostración de la sed, de la fragilidad humana y el instinto bestial de los vampiros donde surgen escenas sangrientas, de película de terror.
Hay escenas verdaderamente escabrosas, que revelan la violencia del vampiro, el precio que pagan por la eternidad. Mueren bebés, migrantes, turistas. Ellos no tienen piedad, y esto empieza a enloquecer a Izhar.
Es en su vastedad -en su fluctuación de capítulos y su ritmo pensativo, que responde a las reflexiones y tragedias de la mente de cada personaje-, que la autora captura la esencia del mar, y así, también captura la de la eternidad. Pocos libros logran esto.
Es en su inasibilidad que el lector y los mismos vampiros se pasman, sin poder prepararse nunca para la llegada de las siguientes edades de la humanidad.
"Supo con inminente claridad que no iba a encontrarse con su padre. Que la muerte no era ese final feliz de la película donde se anudaban todos los encuentros. Que la muerte era lo único realmente propio, de lo que nadie tenía la fuerza de despojar a otro, y que era tan completa la perfección de su trazo que no podía contaminarse con la interferencia de ningún otro ser humano."
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