Publicación: 2021 (original 2014)
Editorial: Horror Vacui
Páginas: 296
Nada más salvaje que Julia Elliott
Lo salvaje es uno de los libros más delirantes, imaginativos y fascinantes que he leÃdo. No sabes para dónde van las oraciones de Elliott hasta que concluyen, y siempre lo hacen con alguna creación léxica maravillosa o una frase tan creativa que por eso se vuelve real.
A pesar de sus absurdas distopÃas, de su especulación de Sci-fi, de su renovación de los cuentos de hadas y de lo distante que está el calor de Georgia y Carolina del Sur -tal como indican, acertadamente, en el prólogo-, Elliott insufla vida en las situaciones más descabelladas con un solo adjetivo, les da nombre y apellido y un nexo memorable, las hace especÃficas y por eso, repito, reales. Una inmersión completa.
Es un dÃa nublado a principios de otoño y los ancianos pasean entre los perales sobre sus piernas de robot.
AsÃ, con una sola oración, atestiguamos la precisión y el poder del gancho que lanza Elliott. ¡Qué comienzos! Y esto es apenas el inicio.
Un breve resumen (afiebrado) de los cuentos
Los 11 cuentos son sueños paridos por fiebres, por la promesa frustrada del sueño americano, por las posibilidades de la fantasÃa y las fallas y falacias tÃpicas de la
humanidad, de sus deseos y oportunidades perdidas.
En LIMBs, un asilo experimenta en pacientes, buscando remediar la senilidad, pero una historia de romance y rivalidad va desenvolviéndose de las marañas neblinosas del Alzheimer.
En Feroz, manadas de perros salvajes asolan las calles de la ciudad, mientras que una profesora redescubre sus instintos de supervivencia y de presentimientos bestiales y acontece un extraño apareamiento con el Dr. Vilkas.
En La familia Wild, los montones de hijos cuasi- salvajes son el chismorreo del barrio, y el enamoramiento adolescente de la narradora con uno de ellos devela un misterio licántropo lleno del calor sureño.
Regeneración en Mukti es otro paraje onÃrico y alucinante, una isla caribeña sin nombre y llena de lujos; llena de celebridades y adinerados buscando regenerarse y asà volverse una suerte de deidades de cutis perfecto, a través de dietas gourmet, meditaciones de yoga trascendentales, y terribles zarpullidos que conllevan su metamorfosis.
En La máquina de amar, un robot empuja los lindes del deseo, el erotismo y la interconectividad humano- máquina y aprende tanto de astucia como de rebeldÃa.
Y, aunque no es el último cuento, sà me gustarÃa mencionarlo porque fue el que más marcó: Dieta cavernaria retoma el tema de redescubrir las raÃces salvajes (más allá de los viajes corporativos), el ansia de ahondar en el pasado primigenio cavernÃcola, en nuestras memorias colectivas, buscando paliar nuestras fallas humanas en alguna pureza virgen, lejana, nacida en la era de Bronce.
¿Instintos puros o modernidad fallida?
Lo salvaje es un tÃtulo conciso pero adecuado, capaz de abrirse como un abanico y adquirir una profundidad forestal. La modernidad y los avances de la ciencia son vehÃculos para la narrativa, excusas para volver sobre nuestros pasos como especie y ver qué hicimos mal, o más bien el daño colateral de temas eternos como pérdida, lujuria, memoria, voluntad y soledad.
Cada uno de estos 11 cuentos es diametralmente distinto, con diferentes protagonistas y ambientes, aunque todo está plagado de un calor detenido en el tiempo, que se te pega a la piel y penetra los huesos.
Goza de una sensorialidad tal -prosa que alude a los sentidos y construye escenas tan completas que SABES que esto podrÃa estar pasando justo ahora, del otro lado del mundo- que te hace vivir en el Sur de USA. Por solo un segundo.
TodavÃa puedo oler ese aire vibrante, poblado por pantanos, mosquitos, caimanes, plagas, despojos humanos y AC que zumban. Puedo oÃr el acento de sus habitantes, saborear las sodas y comida chatarra. Lamentar las hilarantes tragedias y tiernos triunfos que Elliott presenta.
Es toda una hazaña, no solo de escritura, sino de lectura; pues requiere un lector atento, dispuesto a saltar a pozos y abismos, a imaginar futuros ajenos e incómodos, a vestir la piel de otra persona por un instante. Un lector que se atreva a configurar esas nuevas realidades y acepte el desafÃo de la imaginación.
"Recuerdo la noche en que papá, al recibir una llamada telefónica informándole que su madre habÃa muerto, sacudió la casa con el terremoto de su llanto. Recuerdo el dÃa en que la hija de nuestra vecina se ahogó, y la vieja borracha pasó la tarde serpenteando por su jardÃn como en un trance, cortando rosas hasta que no le quedó nada más que marañas de enredaderas espinosas."
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