Reseña de Rara vez elegimos morir
Publicación: 2024
Páginas: 115
Editorial: Trazos de Aves
“Una vez le pregunté si de veras veía a La Muerte o si lo decía como una metáfora, y él dijo que la muerte era la luz y nosotros éramos visibles en el mundo solo gracias a ella.”
Cierto, Daniel Centeno habla mucho sobre la Muerte en Rara vez elegimos morir, pero siempre la emplea como el mecanismo principal para poner bajo una nueva luz una faceta diferente de la naturaleza humana.
Resaltan temáticas recurrentes en el libro, como un protagonista aislado o una amistad enfrentada a múltiples desafíos (como los cambios de las personas o la transfiguración del tiempo). Todos estos factores interactúan en mundos alternos, que no se sienten distantes, sino cercanos.
Breve panorama de los cuentos
En ‘Melodías de difuntos’, las personas siempre emiten una música propia que las demás personas pueden escuchar, mientras que en ‘La canción de Baruk’ criaturas emplumadas cantan secretos y deseos ocultos; en ‘La muerte está en el acta’ una mujer descubre que puede alterar la realidad al modificar las actas gubernamentales, y en ‘La muerte son los otros’, las personas se encuentran con la Muerte en la adolescencia y le declaran cómo van a morir.
Mi favorito fue el relato del niño que tiene una cara que todos confunden, factor que lo hace desplazarse por un carrusel de identidades.
“Miguel lo tomó por las manos, obligándolo a fraguar sus puños al calor de aquel instante, del tacto inesperado, y de pronto las dirigió hacia sí mismo con toda su extraña fuerza.”
A través de estos siete cuentos nos podemos asomar a la vastedad del alma humana, a las soledades e incertidumbre que la aquejan, pero también a toda la ternura de la amistad.
Las amistades imperan sin rival alguno en los cuentos de Centeno, aunque no siempre transcurren de la misma forma: mientras que Miguel y Bonifacio parecen nunca estar en igualdad de condiciones y su propia relación es cuestionada por otros, Baruk y Gabriel filosofan sobre las aves y sus cantos, que tanto alumbran tristezas, y las emociones de ambos.
Ser diferente incluso en mundos ajenos
En ‘Melodías de difuntos’ y ‘Uno de esos rostros que cualquier confunde’, los protagonistas son niños, y esta etapa temprana de la humanidad los vuelve más susceptibles a la naturaleza de sus mundos.
Ellos lo sienten todo con más intensidad, especialmente las diferencias que los apartan de la otra gente.
“Podía ser que las melodías salieran de nosotros como emana el sudor, un mecanismo natural del cuerpo para mantener su temperatura.”
¿Qué implica ser diferente y no encajar, incluso en mundos asombrosos donde existen aves chismosas, las personas emiten música de su alma y la Muerte escucha caprichos? Es una reflexión que se extiende y transcurre como riachuelo a través de cada cuento.
No obstante, hay algo que no cambia: el amor de los padres, el amor a la infancia, el amor a los amigos. La sustancia más primigenia y antigua de la humanidad es lo que permea estos cuentos, la que nos hace entender nuestra propia naturaleza.
Lo universal en lo poco particular
Creo que ese el principal reto que este libro presenta: lo universal en lo no particular.
Yo busco personajes memorables, escenas de intensa sensorialidad que se puedan tatuar en la memoria, descripciones de lugares y de rostros. El libro no tiene esto.
Sin embargo, el autor apuesta por la grandeza de la experiencia humana, por la complejidad intelectual de sus tramas, por la capacidad de reflexión de sus autores y, claro, de sus propios lectores.
“Solo entonces me lo pareció. Algo en su modo de mirarlas se había reflejado en mí, como un brillo que rebota entre cristales. Una misma luz maravillosa.”
Los cuentos de Rara vez elegimos morir son ese brillo maravilloso rebotando entre cristales, atrayendo nuestra mirada a distintos escenarios que, sin embargo, surgen del mismo sitio: el corazón humano.
Comments