Páginas: 187
Publicación: 2021
Editorial: Zaíno
"Una travesura no está completa hasta que ves las consecuencias de haberla hecho, creo yo. Es como los trucos de magia: cualquiera puede desaparecer una moneda, el chiste es volverla a aparecer."
El ciempiés bicéfalo
Resumir esta novela como una narrativa de rito de paso, en la que un puberto que descubre su primer odio y su primer amor, no sería hacerle justicia.
Y es que, más allá de la vida de Sebastián, que cada día se vuelve más complicada mientras él crece y se enfrenta a su vulnerabilidad, a su mal genio, a las bromas pesadas, las chicas y los momentos de la vida donde hay que ponerse serio pese a todo; más allá de eso, está una narrativa que consigue comprimir la incertidumbre de ser joven y de desarrollar tus propios ideales.
El ciempiés bicéfalo es un libro cargado de nostalgia, que bien podría darles a leer a chicos de secundaria por su lenguaje ameno, a veces simpático y a veces hasta punk.
El autor no tiene pelos en la lengua, y no duda en exponer momentos grotescos de la adolescencia y la brutalidad de quienes la atraviesan, la violencia de los hombres en esa edad… pero tampoco duda en balancearlos con momentos de fragilidad, romance y desilusión, protagonistas todos del primer desamor.
La nostalgia de estar chavo
Mientras vemos a Sebastián llegar a una nueva escuela, meterse en problemas, hacer enemigos de amigos, dar palizas, fijarse en las niñas y probar los límites de lo que puede hacer con su nuevo estatus, ya no niño, todavía no adulto, se va formando una sonrisa a medias en la mente del lector.
Quizá ya hicimos todo lo que Sebastián hizo en nuestros años mozos (como dice la chaviza), quizá estamos rememorando aventuras y pedos que ya quedaron en el pasado –pero seguimos recordando entre cuates.
Quizá sabemos cómo van a acabar resolviéndose los problemas de Sebastián y su pandilla de amigos, mas adivinar la resolución no le quita el humor a experimentar el trayecto.
Y claro, en esos instantes de lucidez avasalladora, cuando Sebastián se enfrenta a la imperfección humana, ya sea ajena o propia, surgen frases como estas:
"Se me escapan las palabras exactas, pero hablaba sobre el rostro del enemigo, de lo difícil que es entender que a quien consideramos nuestro enemigo tiene un par de ojos y un cerebro que sueña con alcanzar cosas, y que quiere principalmente volver a casa. No sé por qué me viene eso a la mente ni por qué esa idea me relaja."
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