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Secretos que separan, verdades que unen: La mano que cura

Foto del escritor: Alicia Maya MaresAlicia Maya Mares


Portada de La mano que cura
La mano que cura (2024)

Páginas: 265

Publicación: 2024

Editorial: Polilla

"Entonces, mi hermana es la que acompaña en las tardes a mi mamá, trata de conversarle, luchando ella también contra el dolor de la muerte. Es extraño que un dolor compartido nos aleje de formas tan sutiles."

La mano que cura

La mano que cura (Polilla Editorial, 2024), es una novela sobre el duelo y la pérdida, sobre la brujería y los poderes; aunque también, una novela sobre la familia, el amor, los secretos que nos separan, y las simples verdades que nos pueden volver a unir.

Esta historia es guiada por tres mujeres, todas brujas: Ana Gregoria, maestra de primaria que oculta poderes, Soledad, niña que se vuelve mujer, estudiante, y luego esposa y luego madre, y Lina, su hija, quien deberá enfrentarse a los secretos de su madre y a la magia que esta la heredó.


De por sí, esta lectura es una anomalía, porque he leído exclusivamente cuento por varios meses. No obstante, la temática de esta novela me atrajo, aparte de que conocí a la autora, Lina María Parra Ochoa, casi por accidente al visitar la librería Polilla.

La mano que cura tiene un argumento simple: Iván, el padre de Lina y Estefanía, y esposo de Soledad, acaba de fallecer. En los días posteriores, en la neblina desorientada de su pérdida, las tres mujeres de la familia se sumen en su propia tristeza.


Sin saberlo, de esta surge algo oscuro e innombrable; una entidad que acecha a Lina, que respira hasta exprimir todo el aire de las habitaciones, que camina detrás de ella con zarpazos sonoros, que mata todas las plantas, llena de moscas la casa, y parece agravar el sufrimiento de todas.


Este evento es el que despierta los poderes de Lina -le “abre los ojos”, como dicen en el libro-, y la lanza de lleno a redescubrir su historia familiar. Paulatinamente, la situación irá poniéndose peor y Lina descubrirá que ya no puede vivir en esas condiciones, siempre oprimida por una sombra que no se marcha. Aparte, ¿qué es? ¿Es quién ella teme que sea, u otra cosa?


El encandilamiento oscuro

A lo largo del libro, Lina irá aceptando sus propios poderes, descubrirá que su madre también los tiene, y hallará un nexo más que las une a ambas: Ana Gregoria, que antaño fuera la maestra de Soledad y la más versada en el uso de los poderes.


Y estos, más allá del imaginario de la bruja europea, que involucra conjuros, escobas y sombreros, son algo de la tierra, del cielo, de la niebla que se agita en medio. No son buenos, no son malos; pueden curar y pueden matar, pueden ocultar, pero también revelar. Surgen de la voluntad, la determinación y la palabra; pueden tergiversarse por miedos e injerencias propias. Entender su naturaleza es algo que lleva toda una vida, y un trayecto al que Lina apenas se dirige.


"Palabras que hicieron que todo alrededor se agitara, palabras que hicieron que las hojas de las matas se desperezaran como animales, palabras que hicieron que las nubes se movieran rápido como arriadas por un viento repentino, palabras que hicieron que la casa crujiera entera como a punto de derrumbarse. Palabras que sonaron a quebrar de huesos, a reguero de sangre."

Siendo honesta, pude haber acabado el libro en un día. Esa es la primera gran magia del libro: su ritmo. Esta impresión posterior a su lectura, si bien certera, podría resultar una paradoja, ya que realmente pasan pocas cosas en el libro. Desde el primer descubrimiento hasta el último, los personajes no cambian su carácter ni se mudan de sitio ni se pelean entre sí ni sufren algún tropiezo en sus planes.

Simplemente, atraviesan dos procesos: el del luto, y el de la lenta aceptación y ejecución de sus poderes.


Aun así, esta es una lectura que absorbe y fascina, un encandilamiento oscuro. Tiene pocos personajes, que se irán redondeando a medida que avance la lectura, y con los que terminé encariñándome mientras estos también iban queriéndose, extrañándose y reencontrándose.


El aspecto de la brujería

Aunque esto pudo haber tomado el rumbo de la exotización, Ochoa realizó una investigación minuciosa al respecto. Las brujas en esta novela ayudan a realizar abortos, encuentran objetos perdidos, vengan asesinatos injustos, hacen amuletos con cabellos humanos y patas de águila hervidas, roban tierra de cementerio, conjuran el silencio para no ser vistas no oídas, ven ánimas, vuelven locos a maestros misóginos, y simplemente ven. Ven más allá de lo físico.

Ochoa aborda la brujería desde una perspectiva más latinoamericana, en la que esta se considera “oficio”, y por eso lo que ellas hacen se denomina “trabajo”.


No obstante, la labor de estas mujeres no está supeditada a una ganancia monetaria, ni siquiera a un sentimiento de deber ético, sino a lo que dicte su corazón o, en casos contados, su rabia y sus tripas.

Leer sobre este tema, que permea a la novela -y es la tierra fértil con la cual esta se moldea-, me pareció la faceta más interesante del libro.


El lenguaje de la novela

La mano que cura se lee fácil. Está repleta de modismos colombianos como “culicagada”, menciones al agua panela, el voseo de Antioquía, y palabras que me resultaron desconocidas: reblujo, pocillos,  piquiña, roña. No es queja, a mí me encanta aprender más palabras. Esto suma al libro.

Por otro lado, yo quisiera recalcar aquel lenguaje literario: aquel que dice que la mente es un territorio, que la voz se escurre de la boca como un reguero de canicas, que el miedo se siente como tener el estómago lleno de piedras de río, que el silencio de la casa tras la muerte del padre atropella todas las cosas. Y que hay que tener compasión con las bestias, porque los animales no tienen dioses.


Son este tipo de símiles y comparaciones, de gran resonancia poética, que pululan por todo el libro como haces de luz y deslumbran ocasionalmente. En particular, aquellas palabras más cargadas de magia, con ánimo de mantra o conjuro, se quedan grabadas. Por ejemplo, aquella petición a la sangre de un ser herido, en el que la bruja le dice que fuera del cuerpo solo es mancha y mal augurio, tiene gran resonancia. Esa voz de bruja que insta a la sangre a volverse de donde vino, ¡cómo se recuerda!


Eso sí, vale señalar que Ochoa nunca se anima a “transcribir”, per se, alguna de los fraseos ritualísticas usadas en el oficio. Aunque es algo tan intuitivo y natural, la brujería también está cargada de secretismo. Alude, quizá, a que no todos los oídos son dignos o capaces de entender las cosas dichas.


Procesar la pérdida

La pérdida se procesa de manera individual, aunque se comparte entre todas. Es algo tan inmenso y potente que, en la novela, va cobrando forma:

"El silencio y la tristeza de cada una ha ido gestando en la casa una masa oscura, como un humo negro que empieza a moverse entre los libros y las cosas del papá, un bulto sombrío de pena, de tristeza, de soledad, de frustración, de abandono, de olvido."

Nunca se define bien qué es esa entidad, que cobra la forma de Iván porque es a él a quien todas lloran. Una persona escéptica podría decir que es una metáfora a cómo se siente el dolor de la pérdida, a como deseamos rellenar en balde la ausencia de quien ya partió. Creamos una sombra amorfa con su silueta. Otros dirán que, dado que todas las mujeres en esa casa son brujas, sus emociones tan intensas acabaron por gestar aquella entidad innombrable, que es real por completo.


Ambas lecturas son posibles. El hecho es que este es el conflicto principal del libro, y que no es hasta que ambas facetas se resuelven -la emocional y terrenal de aceptar la partida de un ser querido, y la brujil y espiritual de realizar un trabajo para sacar aquella entidad del hogar-, que el libro llega a su clímax, y llegamos el desenlace de la novela. A la muerte de la primera gran bruja.


Por sí sola, La mano que cura es una gran novela sobre la sororidad, los conocimientos secretos y místicos, la brujería y los secretos. Hay aventura, asesinatos, un proceso de aprendizaje sobre los poderes, una señalización de que hay gente que los tiene pero no que los usa, o que los tuvo pero se los arrancaron. Una gran explicación para todo lo sobrenatural.


Sin embargo, por sobre estas cosas, esta novela es una historia sobre los días posteriores a la pérdida, la valentía para enfrentarse al luto, y el testamento a una simple magia: al amor que prevalece por sobre todo.

"Nunca supe en qué momento la visión del papá sobre la muerte cambió, en qué momento entendió que a veces la muerte no pasa, sino que se decide."



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